El juez Garzón ha propuesto elaborar un censo de personas desaparecidas durante la Guerra Civil y la dictadura de Franco, personas cuyos restos aún están perdidos en algún rincón de este país. Ha habido comentarios en contra, como el de Rajoy: "No es bueno abrir las heridas del pasado".
Como cualquier otro tema, la propuesta del juez se puede analizar desde distintos puntos de vista y, efectivamente, desde un punto de vista histórico quizá podamos decir que ya está bien de seguir hablando de esa etapa ya lejana de nuestro pasado y que quizá no sea bueno seguir haciéndolo, pero mi punto de vista es otro y de nuevo me planteo la cuestión que ya traté en el artículo del día 22 de agosto ("Deshumanizados"): los sentimientos forman parte de esos caracteres que nos definen como humanos y no deberíamos desprendernos tan fácilmente de ellos.
Si concretamos la propuesta, estamos hablando de unos familiares que desean cubrir un hueco en su pasado. Abrazar unos huesos, darles un nombre y continuar con un rito acorde a sus sentimientos: esparcir unas cenizas, guardarlas o enterrar esos restos en un lugar elegido por ellos. Nadie está clamando venganza ni exigiendo posibles represalias, tan sólo quieren cerrar el círculo o, retomando las palabras de Rajoy, cerrar una herida.
Cada uno vive la muerte de una manera personal y muchos de nosotros nos sorprenderíamos de cómo podríamos reaccionar ante la muerte de un ser querido. Considero que el simbolismo también forma parte de esos caracteres que nos definen. Pues bien, lo que quieren hacer estas personas, hijos, hermanos o nietos, es ante todo algo simbólico. Asociar esos huesos a una tierra que significa algo para ellos o para el ser que han perdido, asociarlos a un mar o al rincón de una casa.
Desde mi punto de vista esas personas tienen derecho a vivir ese momento, porque a diferencia de lo que dijo Rajoy, la herida aún sigue abierta.
sábado, 13 de septiembre de 2008
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