lunes, 30 de marzo de 2009

Sobre la muerte

En la mayoría de los trabajos, tanto en el ámbito privado como en el público, la regulación de permisos referentes a la muerte de un familiar de primer y segundo grado (padres, cónyuge, hermanos o hijos) se fija en 3 días, siempre que haya tenido lugar en la misma comunidad autónoma en la que se trabaja, o de 5 si ha ocurrido en otra diferente. En muchos trabajos la regulación relativa a la muerte de un familiar de tercer grado (tíos o primos) no se contempla; en otros se fija en 1 ó 2 días. Por supuesto, la muerte de otro ser querido que no venga regulada por unos lazos de sangre naturales o políticos, conseguidos estos últimos a través de un matrimonio, no se contempla en ningún trabajo (la muerte de un amigo íntimo, por ejemplo).
Vivimos en una sociedad en la que la eutanasia no está regulada como derecho e incluso no se observan indicios de que pueda existir una regulación a medio o corto plazo. La muerte, directa o indirectamente, se considera como algo sagrado, intocable; como si ese último momento de nuestra vida fuera ajeno a nosotros, algo que no nos pertenece y sobre lo que no podemos decidir.
Por ello no me deja de sorprender la incompatibilidad existente entre los dos aspectos mencionados: por un lado el valor supremo que se le da a la muerte cuando la persona implicada todavía está viva y el valor casi superfluo que esa misma muerte adquiere una vez consumada.
La muerte se puede resumir en una idea tan simple, pero a la vez tan profunda que resulta difícil de asimilar, como es la imposibilidad de volver a ver, hablar, abrazar, reír o llorar con esa persona, con aquélla que se ha ido en tan solo un momento, momento que resulta definitivo. Algo tan obvio puede convertirse en una de las experiencias más duras que podamos vivir. No estamos preparados para la muerte. Se ignora. En pocos momentos contemplamos la idea de que al vivir, más tarde o más temprano, tenemos que pagar el precio de morir; de que la vida y la muerte van ligadas y dependen la una de la otra.
¿Acaso alguien encuentra compatible la idea de que para asimilar o recuperarse de la muerte de un padre, una madre, un hijo o un cónyuge sean suficientes 3 días? ¿A nadie le resulta insultante? Lo siento, pero a mí me parece una de las ideas más aberrantes que se han podido tener. Si en vida colocamos la muerte en los altares de lo divino, ¿por qué una vez que se consuma la enterramos en el fondo de las cloacas más profundas?

domingo, 8 de marzo de 2009

Crisis

En mayor o menor medida, y con mayor o menor frecuencia, todos hemos vivido algún momento crítico (estoy en crisis, que se suele decir). Pues bien, si hemos conseguido salir o sobrepasar ese momento, habremos podido comprobar que hemos salido reforzados, que hemos aprendido algo más, ya que la vida no es más que eso, un aprendizaje continuo. Solemos decir también que todo tiene su lado bueno o positivo; los momentos de crisis también, a veces sólo tenemos que aprender a verlo.
Obama, en su discurso de investidura como presidente de los Estados Unidos, mencionó lo siguiente: "El esfuerzo y la honradez, el valor y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad... son cosas reales, lo que se necesita es volver a estas verdades." Vivimos un momento de crisis (todos lo sabemos), principalmente económica, pero ¿es sólo económica?
Mis conocimientos de economía son muy escasos, sin embargo no me costó vaticinar la situación que se está viviendo ahora en este país. En relación con este tema se me ocurren algunas preguntas, algunas de las cuales podrán parecer un tanto ingenuas:
¿A nadie le parece más normal, o más natural, la situación vivida ahora mismo con el tema de la vivienda, que la locura vivida en los últimos años? ¿No será que la falta de equilibrio existía antes y no ahora?
¿Nadie supo o quiso poner freno a esa locura desenfrenada de construir ciudades enteras de 80.000 viviendas, que en la actualidad han dado lugar a barrios muertos, artificiales, sin servicios públicos ni privados y casi sin población? ¿Acaso eso es natural?
¿Y qué ha ocurrido con los beneficios? En una buena economía casera, la de toda la vida, los ingresos no deben ser menores que los gastos y si esos ingresos aumentan desmesuradamente durante un corto periodo de tiempo, ¿no se debe hacer un control de gastos y llevar a cabo una buena previsión para un posible futuro de vacas flacas? Parece ser que estas reglas básicas no se han llevado a cabo en muchas de las empresas de este país (incluidos muchos bancos, por supuesto).
Sigamos con los bancos. Seguro que todos conocemos algún caso de irresponsabalidad bancaria. Me explico. ¿A nadie nos ha sorprendido la concesión de algún crédito hipotecario a alguna persona con unas condiciones económicas y laborales poco fiables a largo plazo, y con un valor hipotecario demasiado alto para ese sentido común que, aunque a veces nos olvidemos, sigue existiendo? Sin embargo ahora esos mismos bancos analizan esas mismas condiciones con lupa. ¿No será por esa irresponsabilidad previa?
¿Y el crecimiento continuo? ¿Desde cuándo se ha dado por hecho que no puede haber pérdidas, que los beneficios actuales siempre deben superar los anteriores? ¿Acaso nos creemos dioses, capaces de romper las reglas básicas que rigen el mundo desde que el hombre lo pobló? ¿Lo antinatural no será pretender ese crecimiento continuo, que parece establecido como algo sagrado e innegable? ¿A nadie le resulta ingenuo ignorar la posibilidad de un periodo más o menos largo de pérdidas? ¿O acaso nos creemos diferentes a nuestros antepasados?

Quizá, como he dicho al principio, esta crisis que vivimos ahora no sea sólo económica. Y quizá, como cualquier otro periodo de crisis, éste podría ser un buen momento para llevar a cabo una intensa reflexión sobre estos últimos años y salir así reforzados. Como una primera pincelada apoyo esas palabras de Obama, pero ¿seremos capaces de dar un paso más o tan sólo nos quedaremos en eso, en meras palabras?