domingo, 10 de mayo de 2009

Escenas: La mujer del pianista

Hay mañanas que, a hora temprana, en ese pasillo largo que une la estación de Plaza Elíptica con el intercambiador de autobuses aún no está sentado el pianista, pero sí está su órgano eléctrico, emitiendo uno de los ritmos que más tarde acompañarán a las notas que sus dedos crearán. Una mujer aparece sentada detrás de ese piano y con un trapo suave y una ternura infinita va limpiando delicadamente las teclas blancas y negras. Cuando ya el polvo ha desaparecido, se mantiene sentada allí, cuidando el sitio y el piano. Luego llega él. Y hablan en otro idioma. Y se despiden.
Aún no sé si son pareja. Aún no sé qué les une, pero la ternura con la que ella mima esas teclas resulta difícil de olvidar...

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