Supongo que por nuestro reciente pasado franquista y debido a las secuelas que ello nos ha dejado, no es demasiado habitual escuchar a ciudadanos nacidos en este país lo orgullosos que se sienten de ser españoles. Es más, si eso ocurre, la mayoría tendemos a asociar a ese españolito orgulloso de serlo con algún partido de derechas e incluso de ultraderecha. Del mismo modo, esa otra frase "yo soy ciudadano del mundo" (desde mi punto de vista demasiado manida), se tiende a asociar con individios progresistas y votantes de algún partido de izquierdas, sin embargo creo que muy pocos de los que reclaman esa frase como suya, son coherentes con el contenido de la misma.
Hace unos años conocí a una persona que fue apátrida durante gran parte de su vida; ella sí era una auténtica "ciudadana del mundo". Tuvo la mala suerte de vivir las dos guerras mundiales y la guerra civil española, y fue como consecuencia de tantas guerras y tanta huida por lo que acabó viviendo en esa condición de apátrida. Cuando yo la conocí ya poseía una doble nacionalidad, española y suiza, pero aún recordaba aquellos años de no pertenecer a nada o a todo, según se mire. Ella lo contaba como años de abandono; como años de no vivir bajo el techo de un Estado protector. De ahí que cuando oigo a alguien, que sí vive bajo ese techo, ignorar o despreciar esa nacionalidad que nos viene dada, me acuerdo de ella y de su sensación de desarraigo vivida durante tantos años.
Creo que una de las características de la época que estamos viviendo es reclamar la ayuda del papá Estado cuando no somos capaces de resolver determinados problemas, muchos de ellos provocados por nuestra propia irresponsabilidad, acordarnos en ese momento de nuestro pasaporte y exigir a ese Estado, del que en muchas ocasiones renegamos, que mejore nuestra situación personal.
Los lectores habituales de este blog saben que los ciudadanos invisibles solemos ser críticos con determinados aspectos de este país, pero a su vez somos conscientes de las ventajas que conlleva tener un pasaporte con una nacionalidad perteneciente a uno de los países del "primer mundo". Gracias a esa nacionalidad nacemos con unos derechos que muchos ciudadanos de este gran mundo nunca tendrán, de ahí que desconfiemos de esa frase tan decorativa pero, desde nuestro punto de vista, tan vacía de contenido.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
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