Suena el despertador (eléctrico). Me levanto. Camino hacia el baño. Enciendo la luz (eléctrica). Tiro de la cadena. Me meto en la ducha. Abro el grifo del agua caliente. La caldera (eléctrica) comienza a funcionar. Me visto. Como es verano, no enciendo la luz (eléctrica) de la habitación. Desayuno: pongo la cafetera en la vitrocerámica (eléctrica), caliento la leche en el microondas (eléctrico), tuesto el pan en el tostador (eléctrico) y saco la mantequilla y el zumo de la nevera (eléctrica). Escucho la radio (eléctrica) mientras desayuno. Cuando termino, meto la taza y el plato en el lavavajillas (eléctrico). Salgo a la calle. Me meto en el metro (eléctrico). Saco un billete en la máquina expendedora (eléctrica). Llego al trabajo: ascensor (eléctrico), fax (eléctrico), ordenador (eléctrico), aire acondicionado (eléctrico), fluorescentes (eléctricos). De vuelta a casa, compro un libro: fluorescentes, caja registradora, lector electrónico de tarjetas (todo eléctrico). De nuevo el metro (eléctrico). En casa enciendo la televisión (eléctrica) y veo el telediario. Me caliento la comida en el microondas (eléctrico). Suena el móvil. Quedo para ir al cine (eléctrico) esta tarde. Cargo el móvil (eléctrico). Y me echo la siesta. A veces me da tiempo a soñar. Hoy he soñado. Un sueño extraño. He soñado con un apagón en la ciudad. Y he sentido cuán diferente sería mi vida.
Llama la atención una dependencia tan extrema en una sociedad tan desarrollada. Y también da un poco de miedo. Ahora, en Barcelona, lo están viviendo en sus propias carnes.
miércoles, 25 de julio de 2007
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