Primero uno y luego otro (los zapatos). El uno que se levanta. El otro que está de pie. El uno con cara de rabia, impotencia. Indignado. El otro hablando (desde su tribuna). El uno que se lo quita y lo lanza (el zapato). El otro que lo esquiva y sonríe. El uno que se lo quita y lo lanza también (el otro; el zapato). Y el otro, con su sonrisa, también lo esquiva.
A uno le detienen. El otro, allí, con su cara (de tonto) y su sonrisa.
(Un periodista iraquí lanza sus zapatos al presidente saliente de Estados Unidos, George W. Bush, reelegido por dos veces consecutivas (a pesar de todo; a pesar de él), durante su última visita a su desaguisado particular iraquí.
En el mundo árabe esta escena representa un desprecio absoluto hacia el otro. Desde mi mirada de occidental la escena fue ridícula, patética y muy simbólica: una buena despedida para tanto trabajo mal hecho.)
domingo, 21 de diciembre de 2008
domingo, 7 de diciembre de 2008
G-20
Aunque en la última reunión del pasado mes de noviembre fueron 22, ya que España y Holanda consiguieron entrar dentro de ese grupo selecto de todopoderosos, la esencia es la misma. Se comportan como si fueran los elegidos, que analizan, sacan conclusiones y deciden. Y esas decisiones se aplican porque sí, porque tienen esa potestad.
En muchas ocasiones, y ésta es una de ellas, echo de menos una ONU de verdad. Hace ya varios años conocí a una mujer rusa, ya anciana, que trabajó de traductora en la ONU desde su creación. No olvidaré la ilusión con la que hablaba de aquellos comienzos y de cómo esa ilusión embargaba también a muchos que habían salido ilesos, como ella, de tres guerras: la 1ª guerra mundial, la guerra civil española y la 2ª guerra mundial. De cómo esa ilusión se adueñaba de muchos habitantes del planeta, soñando con una utopía referente a la paz mundial y a la solidaridad entre los distintos habitantes del planeta.
Estas palabras ahora nos pueden parecer ingenuas, pero ella era sincera cuando hablaba de aquellas emociones. 63 años después de su creación, esa ilusión nos parece ridícula. La ONU sigue siendo un sucedáneo de lo que debería o podría ser, ya que se quedó a medio camino de sus mejores intenciones. O quizá represente la limitación del ser humano para unirse con el prójimo. Quizá tan sólo sea eso, una utopía.
Mientras tanto se han creado otros grupos de menor calibre en cuanto al número de países implicados (el G-20 o el G-8), pero no en cuanto a la importancia de las decisiones que allí se toman.
En este momento de crisis del sistema financiero actual, ¿quién mejor que ese grupo selecto de países para decidir por todos los demás? ¿Por qué pedir un consenso a nivel mundial, con lo difícil que es eso, si tan sólo unos pocos pueden decidir por el resto?
Si esta forma de actuar la aplicáramos a otros aspectos de nuestra vida nos rasgaríamos las vestiduras. ¿Podríamos imaginar que sólo existiera derecho al voto para aquellos ciudadanos con un nivel de renta superior a la media? ¿O si en una clase de secundaria sólo pudieran elegir delegado aquellos alumnos que tuvieran un expediente superior a la media? Pues bien, así es como creo que se decide a nivel mundial.
Nosotros, en cambio, no tenemos por qué preocuparnos. Podemos estar tranquilos. Nuestro presidente, al menos esta vez, ha conseguido meterse en ese grupo selecto, teniendo así derecho a opinar y a convertirse en un elegido más...
En muchas ocasiones, y ésta es una de ellas, echo de menos una ONU de verdad. Hace ya varios años conocí a una mujer rusa, ya anciana, que trabajó de traductora en la ONU desde su creación. No olvidaré la ilusión con la que hablaba de aquellos comienzos y de cómo esa ilusión embargaba también a muchos que habían salido ilesos, como ella, de tres guerras: la 1ª guerra mundial, la guerra civil española y la 2ª guerra mundial. De cómo esa ilusión se adueñaba de muchos habitantes del planeta, soñando con una utopía referente a la paz mundial y a la solidaridad entre los distintos habitantes del planeta.
Estas palabras ahora nos pueden parecer ingenuas, pero ella era sincera cuando hablaba de aquellas emociones. 63 años después de su creación, esa ilusión nos parece ridícula. La ONU sigue siendo un sucedáneo de lo que debería o podría ser, ya que se quedó a medio camino de sus mejores intenciones. O quizá represente la limitación del ser humano para unirse con el prójimo. Quizá tan sólo sea eso, una utopía.
Mientras tanto se han creado otros grupos de menor calibre en cuanto al número de países implicados (el G-20 o el G-8), pero no en cuanto a la importancia de las decisiones que allí se toman.
En este momento de crisis del sistema financiero actual, ¿quién mejor que ese grupo selecto de países para decidir por todos los demás? ¿Por qué pedir un consenso a nivel mundial, con lo difícil que es eso, si tan sólo unos pocos pueden decidir por el resto?
Si esta forma de actuar la aplicáramos a otros aspectos de nuestra vida nos rasgaríamos las vestiduras. ¿Podríamos imaginar que sólo existiera derecho al voto para aquellos ciudadanos con un nivel de renta superior a la media? ¿O si en una clase de secundaria sólo pudieran elegir delegado aquellos alumnos que tuvieran un expediente superior a la media? Pues bien, así es como creo que se decide a nivel mundial.
Nosotros, en cambio, no tenemos por qué preocuparnos. Podemos estar tranquilos. Nuestro presidente, al menos esta vez, ha conseguido meterse en ese grupo selecto, teniendo así derecho a opinar y a convertirse en un elegido más...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)