En Granada, muy cerca del límite con la provincia de Almería y bajando hacia la costa desde Las Alpujarras, se pueden ver las laderas y valles cubiertos de almendros (supongo que producto de nuestro pasado árabe). Pues bien, según nos vamos acercando a la costa se empiezan a ver rectángulos de plástico blanco que cubren parte de esas laderas, terrazas y valles, como si el plástico se fuera comiendo los almendros. Supongo que la rentabilidad del cultivo de la almendra, a pesar de no ser un alimento especialmente barato, será menor que la de los tomates en rama que crecen bajo esos plásticos. Y supongo también que el ejemplo tan cercano de El Egido y la recuperación económica de esa zona estéril, habrá influido en ese cambio de paisaje.
No soy quién para juzgar las decisiones de unos agricultores que se ganan la vida con el cultivo de la tierra, pero aparte de expresar la sensación que me provoca esa visión, que no es otra que de tristeza, también me gustaría expresar algo que no acabo de entender: ¿por qué ahora que en España crecen más tomates que nunca, son también peores y más caros que nunca? ¿acaso la ley de la oferta y la demanda no se aplica en este caso?
Me alteran los plásticos en el campo, me desubican, me desorientan... Si alguien visita esa zona y hace ese mismo recorrido, le recomiendo que abandone la poca o mucha tristeza que pueda guardar en su interior, porque esa visión, como de ciencia ficción, de plásticos comiendo terreno a los almendros de aspecto frágil, le provocará un aumento de ese sentimiento. O al menos eso fue lo que me ocurrió a mí.
jueves, 8 de mayo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario