Tomar decisiones no es fácil, y más cuando van a afectar a tu persona. Tomar decisiones es lo que nos hace ser personas, tener miedo a tomar decisiones es tener miedo a ser personas.
Lo que está claro es que es difícil ser nosotros mismos y, sobre todo, llegar alguna vez a serlo plenamente. Dice un dicho japonés, con palabras parecidas, que antes de cambiar el mundo, te des una vuelta por tu jardín.
Normalmente "nos llevamos" a duras penas, asumiendo que la vida es una putada, que no se puede hacer nada; claro está que hay circunstancias muy duras que no dejan elección, no hablo de eso. Hablo de lo que tienes a tu alrededor ahora mismo, de ti y de mí, de tus amigos y familiares.
No hablo de decisiones que atañen a la supervivencia más básica, hablo de decisiones encaminadas a encontrar lo que cada uno es y encajar mejor en el mundo que nos toca vivir. Por ejemplo: decisiones que se refieren al trabajo, al desarrollo personal, a las prioridades en nuestra vida.
A veces nos empeñamos en hacernos pequeños, en ser conducidos por las decisiones de otros, que suelen referirse a lo que es más conveniente según determinados patrones y clichés, olvidando casi siempre lo que somos, nuestros gustos y nuestra forma de entender la vida.
Otras veces queremos ser observadores pasivos de nuestra vida, no enfangarnos, coger carrerilla y a todo galope precipitarnos a la muerte sin pasar antes por la vida. La muerte, eso sí que es una putada sin remedio.
Pues bien, tengo un buen amigo que está haciendo un esfuerzo por dejar limpio “su jardín”, que se ha planteado que las cosas pueden ser de otra manera y que, como decía otro filósofo, de cuyo nombre no quiero acordarme, el camino más largo es el que lleva a uno mismo. Nadie lo ha elegido nunca, no está transitado por nadie, hay que buscarlo y tomarlo, descubrirlo.
Bravo por ese amigo y por otras personas que ya comenzaron a desbrozar a machetazos las malas hierbas de su camino.
miércoles, 25 de abril de 2007
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