Unos pocos: que deciden, como pequeños dioses, pero sin corona de santos.
El resto, es decir, la mayoría: los que sufrimos, los que observamos, los que decimos que sí y tragamos con todo; los que sobrevivimos.
Unos pocos, los elegidos, se reúnen y deciden qué es lo mejor: subir los tipos de interés, o bajarlos; aumentar los fondos de la Reserva Federal; bajar los impuestos, o subirlos; liberalizar el mercado, o regularlo.
El resto, la mayoría: vivimos más desahogados, o no; compramos pisos, o no; consumimos, ahorramos, trabajamos horas extras o nos vamos de crucero. En fin, vivimos o sobrevivimos, según corresponda.
Quizás me equivoque y a los ojos de un experto esté cometiendo un error garrafal en mi análisis (si es así, que alguien me corrija), pero tengo la sensación de que en materia de economía somos más marionetas que nunca. Ya lo he dicho antes: compramos o no, según toque. Y son muchas las veces en que siento que el dinero es la religión de hoy en día y que estas personas privilegiadas actúan como los antiguos dioses del Olimpo, decidiendo sobre nuestras vidas. Y nosotros, como los antiguos plebeyos, lo aceptamos.
Como si de un producto más de consumo se tratara, propongo una etiqueta para esta economía de los siglos XX y XXI: "Economía de mercado. 100% manipulable."
jueves, 24 de enero de 2008
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