Leo en un periódico: "Según datos de la Unión Europea, más de 1.100 millones de personas del tercer mundo no tienen acceso a agua potable y cada 8 segundos muere un niño por este motivo".
No es la primera vez que leo datos tan espeluznantes como éstos y tampoco es la primera vez que esos datos se quedan volando sobre mí como si fueran algo ininteligible, como si no conociera los números, como si fuera un niño chico que sólo sabe contar hasta 3. (1, 2 y... 3).
Propongo ejercitar nuestra imaginación, tantas veces olvidada y quizá por ello un poco oxidada. Lo de los 1.100 millones puede ser más difícil, ya que es una cifra difícilmente abarcable por nosotros, pero quedémonos con los 8 segundos. Y con los niños.
Si sois padres, tíos, abuelos, hermanos mayores... ¡qué más da!, pensad en ese niño cercano a vosotros, ése que os hace reír, que cuando se acerca es como si os arrancara de la piel 20 años de encima (o menos; o más... ¡qué más da!), ése que cuando os mira dibuja una sonrisa en vuestra cara. Ése. Bien, ahora contemos hasta 8. No valen excusas; ya todos somos adultos... Empecemos: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8. Bien, ahora imaginemos: Esa cara que nos hace reír, imaginemos que nunca más la volveremos a ver. NUNCA. Esos pies torpes (o no) que corren hacia nosotros, imaginemos que nunca más los volveremos a ver. NUNCA. Y esos ojos que nos miran, esos ojos que nos preguntan porqués, que nos lanzan besos, imaginemos que nunca más los volveremos a ver. NUNCA. NUNCA.
Propongo leer de nuevo la noticia. Y los datos. Y que hagamos una breve reflexión, quizá con un vaso de agua en la mano.
miércoles, 21 de marzo de 2007
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