miércoles, 28 de marzo de 2007

Ley de Igualdad

Uno de los aspectos más comentados de la recién estrenada Ley de Igualdad ha sido el que hace referencia a la composición de las listas electorales de los partidos políticos y a la de los consejos de administración de las empresas, según el cual dichos equipos de trabajo deben estar compuestos, como mínimo, por un 40% de miembros de uno de los dos sexos.
No ha sido casualidad que haya utilizado la expresión "equipo de trabajo" para referirme a estos dos casos, ya que, ante todo, los considero meros ejemplos de eso mismo, es decir, equipos de trabajo, compuestos por personas mejor o peor preparadas para el puesto que están ocupando o que pueden llegar a ocupar en el futuro.
Inmediatamente me vienen a la memoria los diversos equipos de trabajo en los que he participado, tanto en mi época de estudiante como en los diferentes trabajos que he tenido (incluído el actual), y tras esa variada experiencia considero que los resultados más fructíferos y gratificantes han sido siempre los conseguidos con equipos de trabajo equilibrados en cuanto a número de hombres y mujeres.
Creo que ya nadie discrepa sobre la existencia de diferencias entre el hombre y la mujer con respecto a la forma de abordar, plantear, planificar y resolver un problema; pues bien, esas diferencias son las que me han hecho sentir siempre un grado de satisfacción mayor, refiriéndome no sólo al resultado final, sino a todo el proceso de trabajo, que ha significado siempre para mí un proceso de aprendizaje.
Sin embargo, he de reconocer que mi primera reacción ante este apartado de esta nueva Ley fue de rechazo, ya que inmediatamente pensé que el criterio de selección de estos trabajadores debería ser el nivel de cualficación de cada candidato, independiente de si se es hombre o mujer. Más tarde llegué a la reflexión que he planteado en los párrafos anteriores y, si partimos de la base de que ambos casos son (o deberían ser) verdaderos equipos de trabajo, que buscan un beneficio empresarial, social o colectivo, estoy plenamente a favor de ella, basándome, únicamente, en mi propia experiencia personal.

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