miércoles, 28 de marzo de 2007

Ley de Igualdad

Uno de los aspectos más comentados de la recién estrenada Ley de Igualdad ha sido el que hace referencia a la composición de las listas electorales de los partidos políticos y a la de los consejos de administración de las empresas, según el cual dichos equipos de trabajo deben estar compuestos, como mínimo, por un 40% de miembros de uno de los dos sexos.
No ha sido casualidad que haya utilizado la expresión "equipo de trabajo" para referirme a estos dos casos, ya que, ante todo, los considero meros ejemplos de eso mismo, es decir, equipos de trabajo, compuestos por personas mejor o peor preparadas para el puesto que están ocupando o que pueden llegar a ocupar en el futuro.
Inmediatamente me vienen a la memoria los diversos equipos de trabajo en los que he participado, tanto en mi época de estudiante como en los diferentes trabajos que he tenido (incluído el actual), y tras esa variada experiencia considero que los resultados más fructíferos y gratificantes han sido siempre los conseguidos con equipos de trabajo equilibrados en cuanto a número de hombres y mujeres.
Creo que ya nadie discrepa sobre la existencia de diferencias entre el hombre y la mujer con respecto a la forma de abordar, plantear, planificar y resolver un problema; pues bien, esas diferencias son las que me han hecho sentir siempre un grado de satisfacción mayor, refiriéndome no sólo al resultado final, sino a todo el proceso de trabajo, que ha significado siempre para mí un proceso de aprendizaje.
Sin embargo, he de reconocer que mi primera reacción ante este apartado de esta nueva Ley fue de rechazo, ya que inmediatamente pensé que el criterio de selección de estos trabajadores debería ser el nivel de cualficación de cada candidato, independiente de si se es hombre o mujer. Más tarde llegué a la reflexión que he planteado en los párrafos anteriores y, si partimos de la base de que ambos casos son (o deberían ser) verdaderos equipos de trabajo, que buscan un beneficio empresarial, social o colectivo, estoy plenamente a favor de ella, basándome, únicamente, en mi propia experiencia personal.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Ejercicio de imaginación

Leo en un periódico: "Según datos de la Unión Europea, más de 1.100 millones de personas del tercer mundo no tienen acceso a agua potable y cada 8 segundos muere un niño por este motivo".
No es la primera vez que leo datos tan espeluznantes como éstos y tampoco es la primera vez que esos datos se quedan volando sobre mí como si fueran algo ininteligible, como si no conociera los números, como si fuera un niño chico que sólo sabe contar hasta 3. (1, 2 y... 3).
Propongo ejercitar nuestra imaginación, tantas veces olvidada y quizá por ello un poco oxidada. Lo de los 1.100 millones puede ser más difícil, ya que es una cifra difícilmente abarcable por nosotros, pero quedémonos con los 8 segundos. Y con los niños.
Si sois padres, tíos, abuelos, hermanos mayores... ¡qué más da!, pensad en ese niño cercano a vosotros, ése que os hace reír, que cuando se acerca es como si os arrancara de la piel 20 años de encima (o menos; o más... ¡qué más da!), ése que cuando os mira dibuja una sonrisa en vuestra cara. Ése. Bien, ahora contemos hasta 8. No valen excusas; ya todos somos adultos... Empecemos: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8. Bien, ahora imaginemos: Esa cara que nos hace reír, imaginemos que nunca más la volveremos a ver. NUNCA. Esos pies torpes (o no) que corren hacia nosotros, imaginemos que nunca más los volveremos a ver. NUNCA. Y esos ojos que nos miran, esos ojos que nos preguntan porqués, que nos lanzan besos, imaginemos que nunca más los volveremos a ver. NUNCA. NUNCA.
Propongo leer de nuevo la noticia. Y los datos. Y que hagamos una breve reflexión, quizá con un vaso de agua en la mano.

lunes, 19 de marzo de 2007

Ahora y después

1: Es bueno hacer planes, tener la mente activa, pensar en el futuro, vivir con ilusión, con sueños posibles o imposibles; para mejorar, para ser más felices, para conocernos mejor...
2: Es bueno disfrutar de cada momento, ya sea día, minuto o segundo. Valorar cada palabra, sentimiento, experiencia, por muy simples que nos puedan parecer. Ser conscientes del movimiento de nuestras manos, de nuestro caminar, de las palabras que vuelan, de la sonrisa que se fija en nosotros. Ser conscientes de lo que nos gusta, de lo que no, de lo que tenemos, del día a día...
3: Lo mejor: el equilibrio. Vivir cada día sin olvidarnos de los premios diarios que tenemos y compaginarlo con las ilusiones puestas en el día de mañana o en unos meses después, o en unos años más tarde. Pero sin olvidarnos del presente; de nuestra vida real. La de ahora.

domingo, 11 de marzo de 2007

Aunando cosas

Ser religioso no siempre implica una espiritualidad en las personas. Hoy día, todo lo que suene a espiritual o religioso nos da “yuyu”.
Las Religiones y las Iglesias han querido adueñarse de algo tan humano y tan ligado a nuestra especie desde sus orígenes, como es el hecho de que somos un animal simbólico y religioso con una gran capacidad de abstracción y, además, nos han vendido la idea de que lo científico no es espiritual. Me atrevería a decir que el concepto de espiritualidad ha sido pervertido por las Iglesias, que han utilizado una debilidad del hombre para crear miedo y fantasmas en torno a una serie de alegorías y metáforas; ésa fue la historia de la Iglesia Católica durante muchos siglos.
El enfrentamiento de la Iglesia con la Ciencia nace de su obsesión por separar la búsqueda de conocimiento y el saber, del hecho religioso o de la espiritualidad.
Sólo despertándose la conciencia de uno mismo dentro del universo, de la naturaleza, podremos llegar a ser verdaderamente espirituales. Esa conciencia se logra haciéndonos preguntas, buscando respuestas y alcanzando una sabiduría digna de la especie elegida por la naturaleza, por Dios, para ser la conciencia del Universo, ya lo decían Spinoza o Demócrito, cuando identificaban naturaleza y Dios.
El fin de la religión y de la ciencia es el mismo, la búsqueda de la verdad, el fin último que ordena todo; Dios o la Teoría física del todo, según qué lenguaje utilicemos.
Mientras que la religión da sólo respuestas y olvida las preguntas, la ciencia busca las respuestas cuestionándose continuamente en ese afán por hallar nuestro lugar en el universo. Los enfrentamientos entre Religión oficial y Ciencia, ya sea por los estudios con células madre, eugenesia selectiva o cualquier cosa que nos acerque más a lo que somos, lo consideran un peligro. No quieren que seamos a imagen y semejanza de Dios, como reza su evangelio, sino simples comparsas ignotos de su idea de lo que tenemos que ser.
Sólo seremos parte de la naturaleza cuando la comprendamos en todas sus dimensiones, cuando ese conocimiento se traduzca en armonía, comunión con todo lo orgánico e inorgánico. Sólo de esa manera seremos dignos de cualquier Dios.
Que no tema la Iglesia cuando la Ciencia nos permita ver el trono de Dios, que no tema por poder mirar a la cara al Creador de todo, pues si así fuera, nada impediría que Él siga siendo lo que es y, nosotros, simples partículas dentro de un cosmos inmenso, dentro de un orden, en el que tan sólo podemos aspirar a conocer nuestro lugar en él.
El afán de la Iglesia por fiscalizar los límites del conocimiento humano se hace cada vez más insidioso, bajo argumentos morales esconden su hipocresía, la de siempre, y no pretenden otra cosa que ser dueños de la moral, eso sí, de la moral basada en las premisas herméticas y anquilosadas de la tradición católica.
Y como en muchos otros textos, yo también utilizaré un recurso fácil, Albert Einstein, y una cita suya: “El sentimiento religioso cósmico es el motivo más poderoso de la investigación científica”.

clepsidra

Me tomaré un tiempo para redactar este texto y espero, amable lector, que también se tome el suyo para leerlo. No tengo prisa ninguna, tómese con tranquilidad este momento, levántese a por una taza de café y una magdalena o, si lo prefiere, otra cosa, pero sobre todo dedique un tiempo en exclusiva para estar frente a esta pantalla, sin pensar en la siguiente web o el siguiente blog que visitará tan pronto abandone mi espacio de expresión.
Es difícil, pero aparte otros pensamientos: la lavadora en marcha, el niño pidiendo mamapapa, las obligaciones de mañana, las cosas mal hechas hoy, qué se pudo hacer y no hacer, incluso aíslese del resto del texto; no quiera mover la pantalla para ver si es muy largo o si, por fin, habrá algo de interés hacia el final, ¿cuál será el desenlace?, ¿habrá una foto bonita?
Por favor, tenga paciencia.
No hay un tiempo y otro tiempo, todos estamos metidos en el mismo, otra cosa es cómo lo percibamos. Pero este blog no va de filosofía, ni de física post-Einstein. Este blog, este texto, amable lector, va sobre nosotros dos, sí, usted y yo, que durante el tiempo exacto que dura su lectura vamos a estar relacionados y compartiendo un tiempo, único, irrepetible, de su vida, de la mía. Claro está, mi tiempo será dividido en fracciones exponenciales que tienden a infinito (no sé cuántos "usted" visitarán el espacio). Por eso le pido, tan sólo, que llegue al final, al dulce y único momento, sublime y plenamente orgásmico, de completar la lectura de un texto, palabra por palabra, a pequeños sorbos y sin atropellos.
No lo vuelva a leer, no quiero que me dedique demasiado tiempo, tan sólo el justo. Quiero que, durante ese tiempo, sea consciente de que lo está viviendo, perciba los olores, la luz a su alrededor, su cuerpo... y piense que no va a pasar ni un segundo más de lo que usted quiera, es decir, que mientras lee el texto sólo va a pasar el tiempo que tarda en leerlo. Lo lea o no, lo disfrute o no, sea consciente o no, pasará, pasará segundo tras segundo de igual manera. Quiero que se sienta como si paseara por una senda frondosa, donde los árboles son las palabras, y los signos de puntuación los brillos del sol y el canto de los pájaros. Que sienta el texto como una senda que nos lleva de aquí a allí, pero donde lo mejor está en el trayecto.

consideraciones éticas

Algo se nos mueve a todos por dentro al ver a ese terrorista de ETA saliendo de la cárcel, debido a los daños en su salud causados por una huelga de hambre que inició hace unos meses.
El estado de derecho y la ley nos cae como una verdad difícil de asumir.
Cuando vi las imágenes de algunos líderes políticos del País Vasco visitando a esa persona, aquellos que pretenden formar parte del juego democrático, pensé, “algo va mal, esto no tiene que ser así”, y se me hizo un nudo en el estómago.
Es difícil defender argumentos legales para rebatir una decisión judicial cuando no se es un experto en la materia y, como a mí, le pasa a la mayoría de los ciudadanos. También sé que hay una ley y que están los jueces para interpretarla, y que todo el proceso ha sido formalmente correcto (faltaría más).
También sé que hay dos partidos políticos y dos posturas muy diferentes frente al tema y que, sin embargo, esos dos partidos políticos, en el fondo, quieren llegar al mismo sitio, aunque “el cuando” cada uno lo tenga marcado en diferente fecha dentro de su agenda política.
Por otra parte, me importan bien poco las argumentaciones de ese sujeto para querer morir, las respeto como las de cualquier persona que quiera lo mismo y esté en plenas facultades mentales para tomar la decisión.
Como siempre, el problema no sólo es que haya terrorismo, el problema es que mientras ellos están muy unidos en su “causa”, la nuestra y la de los partidos políticos está disuelta en un ruido cada vez más difícil de soportar.
Preguntas: 1. ¿Es necesario dar tanto bombo a la decisión de un preso de quitarse la vida?
2. ¿Era necesario que saliera de la cárcel? o era preferible que muriera de hambre...
Creo que, dadas las circunstancias, el debate que se plantea es de índole ético-moral. No creo que las razones de la excarcelación sean humanitarias, más bien, como todos hemos comprobado por las razones que nos han ido dando los ministros, la decisión de que el preso saliera de la cárcel responde a razones que son únicamente políticas, “para evitar males mayores”.
Conclusión: Tenemos una oposición depredadora que aprovecha cualquier coyuntura para hacer demagogia y ganar votos, y tenemos un gobierno y un presidente impacientes por acabar con el terrorismo (lo cual es perfectamente comprensible, menos por lo de la impaciencia), y tenemos manifestaciones divididas estúpidamente, que no hacen sino debilitar el frente común contra los terroristas. Por otra parte, el conjunto de los ciudadanos, que sí representan una unidad frente al terrorismo, reclama más consenso entre los políticos y que ambos partidos no olviden contra quién se hace la guerra.

martes, 6 de marzo de 2007

Mujeres

No me considero especialmente feminista, de hecho no asocio la independencia de la mujer con la independencia económica que implica tener un trabajo (aunque sí valoro la incorporación de la mujer en el mundo laboral, como el punto de inflexión que permitió adquirir muchos de los derechos que ahora tenemos), y admiro y valoro a aquellas mujeres que deciden trabajar como amas de casa, ya que el servicio que ofrecen a la sociedad es incalculable y está infravalorado. Pues bien, a pesar de todo esto considero que la mujer sigue cargando con muchas de las obligaciones, rutinas e imprevistos que lleva implícito el día a día. Basta echar un vistazo a la mayoría de las familias y ver cómo la mujer, aunque también trabaje fuera de casa, dedica mucho más tiempo a sus hijos que el hombre; cómo la mujer dedica mucho más tiempo a las tareas domésticas que el hombre; y cómo, para poner un ejemplo muy concreto, que ha sido el que me ha hecho escribir estas palabras, son las mujeres las que, en la mayoría de las casos, acompañan a los enfermos en los hospitales. Si hay hijos e hijas, son éstas las que pasan más horas atendiendo al padre o a la madre, y lo más llamativo, al menos desde mi punto de vista, en la mayoría de los casos son las nueras las que acompañan al suegro o a la suegra, en lugar de ser el hijo biológico el que asuma esa responsabilidad. Todo esto me hace pensar en cuánto hemos avanzado...

sábado, 3 de marzo de 2007

Dos mundos

Los que vivimos en una ciudad grande (que no gran ciudad) nos quejamos cada vez con mayor frecuencia sobre la falta de humanidad que se respira en esos espacios comunes que tenemos que compartir, sintiéndonos pocas veces satisfechos con esa conviviencia. Sin embargo existe un mundo paralelo donde esa humanidad parece que se haya recuperado o que nunca se haya perdido: hablo del mundo que habita dentro de un hospital.
La convivencia obligada que plantean las habitaciones de los hospitales públicos reúne a personas (pacientes y familiares) que en la mayoría de los casos nunca se han visto, pero que, debido a la circunstancia que están viviendo, se ven obligados a compartir un espacio, un tiempo y, lo que es más importante, unos sentimientos parecidos: angustia, miedo, ansiedad, soledad, dolor... Pues bien, todo ello hace que esa humanidad que escasea tanto, eche raíces en esos pasillos y habitaciones, y que la complicidad que se crea entre los pacientes a veces dé lugar a relaciones de dependencia emocional y de amistad que sorprenden al más escéptico. Quizá sea que la debilidad o el sufrimiento nos hagan sentir más iguales, pero es como si coexistieran dos mundos totalmente distintos: el de dentro y el de fuera del hospital; dos mundos aparentemente incompatibles.

jueves, 1 de marzo de 2007

Leyendo a Monterroso

Augusto Monterroso recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en el año 2000, y lo recibió por su calidad literaria como cuentista (este último dato lo considero importante, por eso lo destaco, ya que suelen ser los novelistas los que acaparan los principales premios de las letras).
Con este excepcional ejemplo quiero reivindicar la calidad literaria (a secas), con independencia del género literario del que estemos hablando. Reivindico hablar de obras mayores o menores, con independencia del número de páginas que comprendan. Y reivindico la lectura de la obra de este buen escritor, muchos de cuyos escritos tienen la brevedad, pero también la intensidad, de un simple suspiro.

¡Cuánto desarrollo!

Una mañana de sábado por la mañana, sentado en mi coche, me sentiré feliz, recorriendo por las autopistas kilómetros y kilómetros a gran velocidad sin que nadie me moleste, y podré pasar por todos los parajes y pueblos que me gustan de España sin tener que parar. Podré comer en grandes áreas de servicio con grandes fotos en color de antiguas zonas rurales, donde tan sólo por carreteras pequeñas se podían visitar amplias zonas verdes, bosques y regiones pobladas por gente sin desarrollar, pueblos en donde te servían comida en pequeños mesones muy alejados de un enlace de alguna autopista.
No tendré que pensar cómo llegar al sitio que me gusta, pues toda la geografía de España estará llena de autopistas por donde, a gran velocidad, podré ver todo por mi ventanilla. Tan sólo tendré que coger mi coche y hacer kilómetros.
De vuelta a casa, con la satisfación de haber hecho un buen viaje en tiempo record, recordaré cómo el desarrollo nos llevó de poder ir a un sitio en autopista a poder ir a un sitio con autopista. De cómo pasamos de tener lugares para visitar, a tener autopistas para recorrerlos sin la rémora de tener que visitarlos.
¡Cuánto desarrollo!