domingo, 11 de marzo de 2007

clepsidra

Me tomaré un tiempo para redactar este texto y espero, amable lector, que también se tome el suyo para leerlo. No tengo prisa ninguna, tómese con tranquilidad este momento, levántese a por una taza de café y una magdalena o, si lo prefiere, otra cosa, pero sobre todo dedique un tiempo en exclusiva para estar frente a esta pantalla, sin pensar en la siguiente web o el siguiente blog que visitará tan pronto abandone mi espacio de expresión.
Es difícil, pero aparte otros pensamientos: la lavadora en marcha, el niño pidiendo mamapapa, las obligaciones de mañana, las cosas mal hechas hoy, qué se pudo hacer y no hacer, incluso aíslese del resto del texto; no quiera mover la pantalla para ver si es muy largo o si, por fin, habrá algo de interés hacia el final, ¿cuál será el desenlace?, ¿habrá una foto bonita?
Por favor, tenga paciencia.
No hay un tiempo y otro tiempo, todos estamos metidos en el mismo, otra cosa es cómo lo percibamos. Pero este blog no va de filosofía, ni de física post-Einstein. Este blog, este texto, amable lector, va sobre nosotros dos, sí, usted y yo, que durante el tiempo exacto que dura su lectura vamos a estar relacionados y compartiendo un tiempo, único, irrepetible, de su vida, de la mía. Claro está, mi tiempo será dividido en fracciones exponenciales que tienden a infinito (no sé cuántos "usted" visitarán el espacio). Por eso le pido, tan sólo, que llegue al final, al dulce y único momento, sublime y plenamente orgásmico, de completar la lectura de un texto, palabra por palabra, a pequeños sorbos y sin atropellos.
No lo vuelva a leer, no quiero que me dedique demasiado tiempo, tan sólo el justo. Quiero que, durante ese tiempo, sea consciente de que lo está viviendo, perciba los olores, la luz a su alrededor, su cuerpo... y piense que no va a pasar ni un segundo más de lo que usted quiera, es decir, que mientras lee el texto sólo va a pasar el tiempo que tarda en leerlo. Lo lea o no, lo disfrute o no, sea consciente o no, pasará, pasará segundo tras segundo de igual manera. Quiero que se sienta como si paseara por una senda frondosa, donde los árboles son las palabras, y los signos de puntuación los brillos del sol y el canto de los pájaros. Que sienta el texto como una senda que nos lleva de aquí a allí, pero donde lo mejor está en el trayecto.

1 comentario:

Pau dijo...

Da pena llegar al final de este pasexto de la mano de un amigo, y volverlo a transitar convengo en que no es solución.

Así pues, pararé ese reloj mojado que abre el camino y seguiré la senda por otras entradas a modo de rayuela, en busca de magas y olivas, sin horacios ni horarios y ni jaques ni mates, tan sólo olores, sabores y cantos de pájaros, y negritas y cursivas y puntos y comas y saltos de carro.

Hasta más ver y que siga con dios.