Supongo que por nuestro reciente pasado franquista y debido a las secuelas que ello nos ha dejado, no es demasiado habitual escuchar a ciudadanos nacidos en este país lo orgullosos que se sienten de ser españoles. Es más, si eso ocurre, la mayoría tendemos a asociar a ese españolito orgulloso de serlo con algún partido de derechas e incluso de ultraderecha. Del mismo modo, esa otra frase "yo soy ciudadano del mundo" (desde mi punto de vista demasiado manida), se tiende a asociar con individios progresistas y votantes de algún partido de izquierdas, sin embargo creo que muy pocos de los que reclaman esa frase como suya, son coherentes con el contenido de la misma.
Hace unos años conocí a una persona que fue apátrida durante gran parte de su vida; ella sí era una auténtica "ciudadana del mundo". Tuvo la mala suerte de vivir las dos guerras mundiales y la guerra civil española, y fue como consecuencia de tantas guerras y tanta huida por lo que acabó viviendo en esa condición de apátrida. Cuando yo la conocí ya poseía una doble nacionalidad, española y suiza, pero aún recordaba aquellos años de no pertenecer a nada o a todo, según se mire. Ella lo contaba como años de abandono; como años de no vivir bajo el techo de un Estado protector. De ahí que cuando oigo a alguien, que sí vive bajo ese techo, ignorar o despreciar esa nacionalidad que nos viene dada, me acuerdo de ella y de su sensación de desarraigo vivida durante tantos años.
Creo que una de las características de la época que estamos viviendo es reclamar la ayuda del papá Estado cuando no somos capaces de resolver determinados problemas, muchos de ellos provocados por nuestra propia irresponsabilidad, acordarnos en ese momento de nuestro pasaporte y exigir a ese Estado, del que en muchas ocasiones renegamos, que mejore nuestra situación personal.
Los lectores habituales de este blog saben que los ciudadanos invisibles solemos ser críticos con determinados aspectos de este país, pero a su vez somos conscientes de las ventajas que conlleva tener un pasaporte con una nacionalidad perteneciente a uno de los países del "primer mundo". Gracias a esa nacionalidad nacemos con unos derechos que muchos ciudadanos de este gran mundo nunca tendrán, de ahí que desconfiemos de esa frase tan decorativa pero, desde nuestro punto de vista, tan vacía de contenido.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
domingo, 15 de noviembre de 2009
Gallardón, Aguirre y Zapatero, olímpicos
Ya pasó la resaca de la desilusión y ya no se habla de ello, pero hace poco más de un mes que tanto dinero y tiempo invertidos no fueron suficientes para que Madrid se convirtiera en ciudad olímpica, sin embargo, como en casi todas las situaciones de la vida, de una desilusión o un momento amargo se puede extraer alguna valoración positiva. Yo, sin dudarlo, me quedo con una: los besos de Gallardón a Aguirre, los de Aguirre a Zapatero y el abrazo de Zapatero a Gallardón. Quién sabe, puede que fueran "besos de Judas", pero ellos, durante la presentación de la candidatura olímpica de Madrid, cumplieron con su trabajo y sus responsabilidades.
No es fácil ver a representantes políticos, que permanentemente parecen estar enfrentados, moverse y actuar en una misma dirección, dejar de lado las diferencias y unir sus fuerzas para un mismo fin. El 2 de octubre, en Copenhague, los representantes de nuestro proyecto olímpico hicieron ese esfuerzo y actuaron de esa manera, de ahí que esa imagen de besos y abrazos, de unión, sea tan especial.
No es fácil ver a representantes políticos, que permanentemente parecen estar enfrentados, moverse y actuar en una misma dirección, dejar de lado las diferencias y unir sus fuerzas para un mismo fin. El 2 de octubre, en Copenhague, los representantes de nuestro proyecto olímpico hicieron ese esfuerzo y actuaron de esa manera, de ahí que esa imagen de besos y abrazos, de unión, sea tan especial.
domingo, 18 de octubre de 2009
Sorolla en El Prado
En ocasiones una exposición de pintura se puede convertir en un fenómeno de masas, en un acontecimiento de obligada asistencia, casi tan necesario como respirar, y esto es lo que ha ocurrido con la exposición de Sorolla en El Prado, de hecho su clausura se convirtió en noticia destacada de telediario, al anunciar el elevado número de visitantes. Nos decían que se había obtenido una cifra espectacular: 5.000 visitantes al día. Desde luego, una cifra impresionante.
Yo la visité una semana antes de la fecha límite y al entrar en la primera sala recibí una bofetada de rechazo que casi me hizo dar marcha atrás. No era una bofetada ocasionada por el exceso de calor o por un olor desagradable, estaba provocada precisamente por un exceso de visitantes (alguien puede pensar que esto podía ser debido a la proximidad de la fecha de clausura, pero esta sensación ya me la transmitieron unos amigos dos meses antes, por lo que no se ha tratado de un hecho aislado).
En una visita a una exposicion de la Tate Modern de Londres descubrí un sistema de organización de visitantes que me pareció bastante eficaz e ingenioso. Al comprar la entrada se te asignaba un día y una hora concretos, de manera que se distribuía equitativamente a todos los visitantes. Con este sistema se evitaban aglomeraciones en las salas. El sistema me pareció excelente. Con el tiempo lo he encontrado en otros museos, incuido El Prado.
En España somos bastante aficionados a copiar buenas ideas que funcionan bien en otros países, pero tendemos a darle nuestro toque personal, intrínseco a nuestra propia idiosincrasia. Supongo que en este caso ese toque español que echa por tierra ese buen sistema de organización consiste en dar prioridad a la cantidad frente a la calidad, siendo un ejemplo más de la mala imagen que a veces tenemos en el extranjero.
Sobre los cuadros cada uno tendrá su propia opinión, ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito, pero sobre la organización, el abuso que se hace sobre el visitante y la falta de comodidad y disfrute al contemplar un cuadro con diez personas alrededor de él, creo que la opinión será unánime: una auténtica chapuza.
Yo la visité una semana antes de la fecha límite y al entrar en la primera sala recibí una bofetada de rechazo que casi me hizo dar marcha atrás. No era una bofetada ocasionada por el exceso de calor o por un olor desagradable, estaba provocada precisamente por un exceso de visitantes (alguien puede pensar que esto podía ser debido a la proximidad de la fecha de clausura, pero esta sensación ya me la transmitieron unos amigos dos meses antes, por lo que no se ha tratado de un hecho aislado).
En una visita a una exposicion de la Tate Modern de Londres descubrí un sistema de organización de visitantes que me pareció bastante eficaz e ingenioso. Al comprar la entrada se te asignaba un día y una hora concretos, de manera que se distribuía equitativamente a todos los visitantes. Con este sistema se evitaban aglomeraciones en las salas. El sistema me pareció excelente. Con el tiempo lo he encontrado en otros museos, incuido El Prado.
En España somos bastante aficionados a copiar buenas ideas que funcionan bien en otros países, pero tendemos a darle nuestro toque personal, intrínseco a nuestra propia idiosincrasia. Supongo que en este caso ese toque español que echa por tierra ese buen sistema de organización consiste en dar prioridad a la cantidad frente a la calidad, siendo un ejemplo más de la mala imagen que a veces tenemos en el extranjero.
Sobre los cuadros cada uno tendrá su propia opinión, ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito, pero sobre la organización, el abuso que se hace sobre el visitante y la falta de comodidad y disfrute al contemplar un cuadro con diez personas alrededor de él, creo que la opinión será unánime: una auténtica chapuza.
domingo, 4 de octubre de 2009
Escenas: Dos rayitas
Hace ya más de nueve meses. Era temprano. En el cuarto de baño quité el precinto y la celulosa tocó el aire. Poco después el fluido corporal, el mío, empapó esa celulosa inmaculada. No fue necesario esperar mucho tiempo. Una rayita; la primera. Y luego la segunda; la definitiva. Dos rayitas. Y como si esas rayitas encarnadas estuvieran unidas a una cuerda, mi cuerpo viajó al borde de un precipio. Alto. Con las olas del mar rompiendo a lo lejos; al final de ese precipicio desconocido.
En ese momento ya sabes que sólo hay dos caminos: tirarse, lanzarse al vacío, a la aventura, a lo desconocido; o dar media vuelta y caminar hacia atrás, hacia lo ya conocido.
La caída fue placentera; una experiencia inolvidable. Y las olas, como no podía ser de otra manera, me recibieron tranquilas; como abrazándome.
(Ya han pasado más de nueve meses y ahora una nueva ciudadana invisible está conociendo este mundo que nos rodea. Ella es la causa de esta larga, pero inevitable pausa en este blog de los ciudadanos invisibles...)
En ese momento ya sabes que sólo hay dos caminos: tirarse, lanzarse al vacío, a la aventura, a lo desconocido; o dar media vuelta y caminar hacia atrás, hacia lo ya conocido.
La caída fue placentera; una experiencia inolvidable. Y las olas, como no podía ser de otra manera, me recibieron tranquilas; como abrazándome.
(Ya han pasado más de nueve meses y ahora una nueva ciudadana invisible está conociendo este mundo que nos rodea. Ella es la causa de esta larga, pero inevitable pausa en este blog de los ciudadanos invisibles...)
domingo, 28 de junio de 2009
¿Educación, empatía, humanidad...?
1. Cerrar los ojos, como de estar dormido o parecer dormido, y no abrirlos hasta llegar a tu destino.
2. Leer: un libro, una revista, un periódico..., y no levantar la vista de las páginas hasta llegar a tu destino.
3. Jugar con el móvil, con la play..., y no levantar la vista de la pantalla hasta llegar a tu destino.
4. De repente, una vez atisbado el objetivo no deseado, bajar la mirada hacia el suelo, como en posición de rezo, y no levantar la cabeza hasta llegar a tu destino.
5. También, una vez atisbado el objetivo no deseado, girar la cabeza en dirección contraria y olvidarte de ese ángulo prohibido, y entonces poder decir aquello de: Lo siento, pero no te he visto.
6. Abrir los ojos, estar atento, ser consciente de la convivencia, de lo que significa compartir espacio y tiempo, de vivir en sociedad y, una vez atisbado el objetivo, tomar las medidas correctas: de buena educación, de empatía o de simple humanidad.
Estoy embarazada de ocho meses y desde hace al menos tres no cabe ninguna duda de que se trata de una tripa de embarazo. Cojo el metro todos los días para ir al trabajo y, desgraciadamente, me he dado de bruces con la triste realidad. Los seis comportamientos que he mencionado podrían resumir la actitud de las personas que han compartido vagón conmigo a lo largo de estos meses y, desgraciadamente de nuevo, el último comportamiento es el menos habitual.
Aún debo almacenar en mi interior un considerable nivel de ingenuidad, heredado de mi infancia y adolescencia, ya que, como he comentado anteriormente, me he dado de bruces con la cruda realidad (¡pobre de mí, que pensaba que el último de los comportamientos posibles sería el que me encontraría cada día...!).
Hasta ahora estoy teniendo un embarazo muy tranquilo, sin graves molestias ni malas noticias, por eso puede resultar fácilmente comprensible que uno de los momentos que más me altere sea aquél en que atravieso las puertas del metro para introducirme en un vagón con todos sus asientos ocupados.
No voy a dar las razones por las que considero que esa pegatina que aparece en casi todas las ventanillas del metro, en la que figura el mensaje de asiento reservado para ancianos, personas con muletas, personas con un bebé en brazos y mujeres embarazadas está totalmente justificada; aunque alguien sea incapaz de darse cuenta de una sola razón debe asumir y aceptar que se trata de una norma de convivencia y que, como tal, hay que respetar, pero a estas alturas puedo afirmar que solamente una inmensa minoría de los individuos la respetan.
Uno de esos días de asientos ocupados y de comportamientos indeseables dije en voz alta que ese tipo de situaciones representaba algo más que una falta de educación, ya que indicaba algo más grave y triste. Representaba una falta absoluta de empatía y humanidad, cualidades que, desde siempre, se han asociado con la especie humana. De ahí mi alteración y mi tristeza, mi impotencia y mi rabia. ¿Es que poco a poco estamos perdiendo esas buenas e imprescindibles cualidades, más imprescindibles aún en las grandes ciudades, donde los espacios y el tiempo se comparten con un número tan elevado de individuos? ¿Es que poco a poco va apareciendo una nueva especie, guiada por el mensaje del sálvese quien pueda y de pensar tan sólo en uno mismo y en los suyos?
Como he dicho antes, puede ser que mis niveles de ingenuidad y confianza en el ser humano me hayan llevado a este estado de incredulidad, pero la realidad es que la tristeza que siento ante estas situaciones me hace sentir fuera del espacio y el tiempo en el que vivo, como si ese espacio y ese tiempo no me pertenecieran; como si aquellos individuos que sí son conscientes de que forman parte de un todo, que no es otro que la sociedad en la que vivimos, no fueran más que elementos discordantes.
Como si se estuvieran peleando continuamente con una realidad que ya no les acoge, que ya no les admite...
2. Leer: un libro, una revista, un periódico..., y no levantar la vista de las páginas hasta llegar a tu destino.
3. Jugar con el móvil, con la play..., y no levantar la vista de la pantalla hasta llegar a tu destino.
4. De repente, una vez atisbado el objetivo no deseado, bajar la mirada hacia el suelo, como en posición de rezo, y no levantar la cabeza hasta llegar a tu destino.
5. También, una vez atisbado el objetivo no deseado, girar la cabeza en dirección contraria y olvidarte de ese ángulo prohibido, y entonces poder decir aquello de: Lo siento, pero no te he visto.
6. Abrir los ojos, estar atento, ser consciente de la convivencia, de lo que significa compartir espacio y tiempo, de vivir en sociedad y, una vez atisbado el objetivo, tomar las medidas correctas: de buena educación, de empatía o de simple humanidad.
Estoy embarazada de ocho meses y desde hace al menos tres no cabe ninguna duda de que se trata de una tripa de embarazo. Cojo el metro todos los días para ir al trabajo y, desgraciadamente, me he dado de bruces con la triste realidad. Los seis comportamientos que he mencionado podrían resumir la actitud de las personas que han compartido vagón conmigo a lo largo de estos meses y, desgraciadamente de nuevo, el último comportamiento es el menos habitual.
Aún debo almacenar en mi interior un considerable nivel de ingenuidad, heredado de mi infancia y adolescencia, ya que, como he comentado anteriormente, me he dado de bruces con la cruda realidad (¡pobre de mí, que pensaba que el último de los comportamientos posibles sería el que me encontraría cada día...!).
Hasta ahora estoy teniendo un embarazo muy tranquilo, sin graves molestias ni malas noticias, por eso puede resultar fácilmente comprensible que uno de los momentos que más me altere sea aquél en que atravieso las puertas del metro para introducirme en un vagón con todos sus asientos ocupados.
No voy a dar las razones por las que considero que esa pegatina que aparece en casi todas las ventanillas del metro, en la que figura el mensaje de asiento reservado para ancianos, personas con muletas, personas con un bebé en brazos y mujeres embarazadas está totalmente justificada; aunque alguien sea incapaz de darse cuenta de una sola razón debe asumir y aceptar que se trata de una norma de convivencia y que, como tal, hay que respetar, pero a estas alturas puedo afirmar que solamente una inmensa minoría de los individuos la respetan.
Uno de esos días de asientos ocupados y de comportamientos indeseables dije en voz alta que ese tipo de situaciones representaba algo más que una falta de educación, ya que indicaba algo más grave y triste. Representaba una falta absoluta de empatía y humanidad, cualidades que, desde siempre, se han asociado con la especie humana. De ahí mi alteración y mi tristeza, mi impotencia y mi rabia. ¿Es que poco a poco estamos perdiendo esas buenas e imprescindibles cualidades, más imprescindibles aún en las grandes ciudades, donde los espacios y el tiempo se comparten con un número tan elevado de individuos? ¿Es que poco a poco va apareciendo una nueva especie, guiada por el mensaje del sálvese quien pueda y de pensar tan sólo en uno mismo y en los suyos?
Como he dicho antes, puede ser que mis niveles de ingenuidad y confianza en el ser humano me hayan llevado a este estado de incredulidad, pero la realidad es que la tristeza que siento ante estas situaciones me hace sentir fuera del espacio y el tiempo en el que vivo, como si ese espacio y ese tiempo no me pertenecieran; como si aquellos individuos que sí son conscientes de que forman parte de un todo, que no es otro que la sociedad en la que vivimos, no fueran más que elementos discordantes.
Como si se estuvieran peleando continuamente con una realidad que ya no les acoge, que ya no les admite...
viernes, 29 de mayo de 2009
Milagro político
Me sorprendió en su momento (y muy gratamente, por cierto), pero en estos días de trifulca, dispustas y ataques, propios de las campañas electorales que sufrimos en este país, mi sorpresa es aún mayor.
Después de las últimas elecciones en el País Vasco tengo que reconocer que yo no fui una de esas personas que apostó por un pacto PSE-PP. Me costaba aceptar que el gobierno de Zapatero fuera a sacrificar esos apoyos puntuales, pero tan necesarios, que el PNV le ofrecía en el Congreso. En definitiva, era como sacrificar un gobierno por otro (o al menos así lo interpreté yo), pero ese sacrificio político se hizo. Ahora gobernar en el Congreso requiere más esfuerzo que antes, aunque desde mi punto de vista ha merecido la pena.
Como ya he dicho al principio, si en su momento me sorprendió esa apuesta de cambio que se hizo en el País Vasco, basada en no poco esfuerzo, buenas intenciones y buena voluntad por parte de los dos partidos no nacionalistas, ¿cómo no sorprenderme aún más en estos días?
Metafóricamente, la situación actual recuerda a la vivida por cualquier ser humano que sufra un desdoble de personalidad. El acuerdo y el nivel de convivencia a los que se ha llegado en aquella comunidad autónoma contrasta drásticamente con los reproches, ataques directos y falta de convivencia que se palpa en el resto del país entre esos dos mismos partidos.
Quizá los milagros existan (o al menos así lo he calificado yo, como milagro político), aunque quizá también pueda ser el miedo, ese sentimiento tan poderoso y capaz de llevarnos a comportamientos tan insospechados, el responsable de esa unión tan poco frecuente.
Ya se sabe, la unión hace la fuerza, y esos mismos políticos que tantas veces nos decepcionan, por fin han sido capaces de unirse. La causa lo merece (o al menos así lo veo yo).
Después de las últimas elecciones en el País Vasco tengo que reconocer que yo no fui una de esas personas que apostó por un pacto PSE-PP. Me costaba aceptar que el gobierno de Zapatero fuera a sacrificar esos apoyos puntuales, pero tan necesarios, que el PNV le ofrecía en el Congreso. En definitiva, era como sacrificar un gobierno por otro (o al menos así lo interpreté yo), pero ese sacrificio político se hizo. Ahora gobernar en el Congreso requiere más esfuerzo que antes, aunque desde mi punto de vista ha merecido la pena.
Como ya he dicho al principio, si en su momento me sorprendió esa apuesta de cambio que se hizo en el País Vasco, basada en no poco esfuerzo, buenas intenciones y buena voluntad por parte de los dos partidos no nacionalistas, ¿cómo no sorprenderme aún más en estos días?
Metafóricamente, la situación actual recuerda a la vivida por cualquier ser humano que sufra un desdoble de personalidad. El acuerdo y el nivel de convivencia a los que se ha llegado en aquella comunidad autónoma contrasta drásticamente con los reproches, ataques directos y falta de convivencia que se palpa en el resto del país entre esos dos mismos partidos.
Quizá los milagros existan (o al menos así lo he calificado yo, como milagro político), aunque quizá también pueda ser el miedo, ese sentimiento tan poderoso y capaz de llevarnos a comportamientos tan insospechados, el responsable de esa unión tan poco frecuente.
Ya se sabe, la unión hace la fuerza, y esos mismos políticos que tantas veces nos decepcionan, por fin han sido capaces de unirse. La causa lo merece (o al menos así lo veo yo).
domingo, 10 de mayo de 2009
Escenas: La mujer del pianista
Hay mañanas que, a hora temprana, en ese pasillo largo que une la estación de Plaza Elíptica con el intercambiador de autobuses aún no está sentado el pianista, pero sí está su órgano eléctrico, emitiendo uno de los ritmos que más tarde acompañarán a las notas que sus dedos crearán. Una mujer aparece sentada detrás de ese piano y con un trapo suave y una ternura infinita va limpiando delicadamente las teclas blancas y negras. Cuando ya el polvo ha desaparecido, se mantiene sentada allí, cuidando el sitio y el piano. Luego llega él. Y hablan en otro idioma. Y se despiden.
Aún no sé si son pareja. Aún no sé qué les une, pero la ternura con la que ella mima esas teclas resulta difícil de olvidar...
Aún no sé si son pareja. Aún no sé qué les une, pero la ternura con la que ella mima esas teclas resulta difícil de olvidar...
miércoles, 29 de abril de 2009
Esperanza y los funcionarios
5 de Marzo de 2009: "Si todos los españoles fueran funcionarios habría colas, escasez, hambre, miseria y corrupción, como ha sucedido en los países del socialismo real. Mi obligación es destinar el menor dinero posible al empleo público y garantizar que la economía productiva, que es la que funciona en este país, pague los menos impuestos posibles para crear el mayor número de empleos."
20 de Abril de 2009: "Es una vergüenza que los funcionarios tengan una subida del 5%, cuando los precios bajan un 1% y cuando cada día van al paro 7000 españoles."
Son declaraciones de Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad autónoma de Madrid.
Como poco resulta sorprendente que una de las pocas conclusiones que ha expresado públicamente esta mujer en relación al momento de crisis económica que estamos viviendo, haga referencia a los funcionarios, trabajadores a quienes nadie les ha regalado nada; trabajadores que con dedicación y esfuerzo han conseguido superar una serie de pruebas para conseguir un puesto de trabajo legal y digno; trabajadores que en muchos casos están recibiendo un salario inferior a su nivel de cualificación o inferior al que recibirían si trabajasen en esa economía productiva tan adorada por nuestra presidenta, pero que han preferido compensarlo con una verdadera conciliación entre vida laboral y personal; trabajadores que, además de soportar la mala fama que ya arrastran entre la sociedad, deben aguantar que una de las representantes de la administración pública lleve a cabo un ataque directo y feroz contra ellos, trabajadores de esa misma administración pública; trabajadores que, según ella, no suponen un factor de calidad y estabilidad en el conjunto del empleo...
Resulta sorprendente que esa economía productiva, que tanto defiende con uñas y dientes esta mujer, no merezca ningún análisis crítico por su parte, aunque tan sólo sea con la intención de no cometer de nuevo los mismos errores...
Resulta sorprendente que esta mujer, que hace tan sólo un año presumía de presidir la comunidad autónoma con el mayor PIB de todo el territorio español, se lave las manos en momentos como éste y descargue toda la responsabilidad hacia el gobierno central...
Y resulta sorprendente que esta mujer, que está desmantelando (y no estoy haciendo demagogia) los servicios públicos de esta comunidad, sea reelegida, una y otra vez, con una mayoría absoluta abrumadora...
Como funcionaria que soy, no abandono la esperanza de librarnos algún día de esta siniestra Esperanza...
20 de Abril de 2009: "Es una vergüenza que los funcionarios tengan una subida del 5%, cuando los precios bajan un 1% y cuando cada día van al paro 7000 españoles."
Son declaraciones de Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad autónoma de Madrid.
Como poco resulta sorprendente que una de las pocas conclusiones que ha expresado públicamente esta mujer en relación al momento de crisis económica que estamos viviendo, haga referencia a los funcionarios, trabajadores a quienes nadie les ha regalado nada; trabajadores que con dedicación y esfuerzo han conseguido superar una serie de pruebas para conseguir un puesto de trabajo legal y digno; trabajadores que en muchos casos están recibiendo un salario inferior a su nivel de cualificación o inferior al que recibirían si trabajasen en esa economía productiva tan adorada por nuestra presidenta, pero que han preferido compensarlo con una verdadera conciliación entre vida laboral y personal; trabajadores que, además de soportar la mala fama que ya arrastran entre la sociedad, deben aguantar que una de las representantes de la administración pública lleve a cabo un ataque directo y feroz contra ellos, trabajadores de esa misma administración pública; trabajadores que, según ella, no suponen un factor de calidad y estabilidad en el conjunto del empleo...
Resulta sorprendente que esa economía productiva, que tanto defiende con uñas y dientes esta mujer, no merezca ningún análisis crítico por su parte, aunque tan sólo sea con la intención de no cometer de nuevo los mismos errores...
Resulta sorprendente que esta mujer, que hace tan sólo un año presumía de presidir la comunidad autónoma con el mayor PIB de todo el territorio español, se lave las manos en momentos como éste y descargue toda la responsabilidad hacia el gobierno central...
Y resulta sorprendente que esta mujer, que está desmantelando (y no estoy haciendo demagogia) los servicios públicos de esta comunidad, sea reelegida, una y otra vez, con una mayoría absoluta abrumadora...
Como funcionaria que soy, no abandono la esperanza de librarnos algún día de esta siniestra Esperanza...
jueves, 16 de abril de 2009
Almodóvar
Después de ver la última película de Almodóvar, Los abrazos rotos, alguien me dijo, un día voy a hacer la prueba: voy a ver una película suya sin sonido; creo que me va a gustar tanto o más. Y estoy totalmente de acuerdo.
Con este comentario no pretendo infravalorar la parte narrativa de sus películas, la que hace referencia a los diálogos (en muchos casos magistrales) y a la trama, sino destacar, por encima de todo, el punto fuerte de este gran director, que es esa parte visual tan potente y personal de sus películas (los colores, los encuadres, el movimiento de cámara...), es decir, su facilidad para contar con imágenes parte de esa trama, imágenes que te atrapan desde el principio, sin importar casi lo que te están contando, como si por sí mismas fueran suficientes... Por ello considero que cada estreno de Almodóvar requiere una visita obligada al cine.
Algún día yo también haré la prueba: quitaré el sonido y disfrutaré aún más, si cabe, de esos colores y encuadres que tan sólo él sabe hacer.
Con este comentario no pretendo infravalorar la parte narrativa de sus películas, la que hace referencia a los diálogos (en muchos casos magistrales) y a la trama, sino destacar, por encima de todo, el punto fuerte de este gran director, que es esa parte visual tan potente y personal de sus películas (los colores, los encuadres, el movimiento de cámara...), es decir, su facilidad para contar con imágenes parte de esa trama, imágenes que te atrapan desde el principio, sin importar casi lo que te están contando, como si por sí mismas fueran suficientes... Por ello considero que cada estreno de Almodóvar requiere una visita obligada al cine.
Algún día yo también haré la prueba: quitaré el sonido y disfrutaré aún más, si cabe, de esos colores y encuadres que tan sólo él sabe hacer.
lunes, 30 de marzo de 2009
Sobre la muerte
En la mayoría de los trabajos, tanto en el ámbito privado como en el público, la regulación de permisos referentes a la muerte de un familiar de primer y segundo grado (padres, cónyuge, hermanos o hijos) se fija en 3 días, siempre que haya tenido lugar en la misma comunidad autónoma en la que se trabaja, o de 5 si ha ocurrido en otra diferente. En muchos trabajos la regulación relativa a la muerte de un familiar de tercer grado (tíos o primos) no se contempla; en otros se fija en 1 ó 2 días. Por supuesto, la muerte de otro ser querido que no venga regulada por unos lazos de sangre naturales o políticos, conseguidos estos últimos a través de un matrimonio, no se contempla en ningún trabajo (la muerte de un amigo íntimo, por ejemplo).
Vivimos en una sociedad en la que la eutanasia no está regulada como derecho e incluso no se observan indicios de que pueda existir una regulación a medio o corto plazo. La muerte, directa o indirectamente, se considera como algo sagrado, intocable; como si ese último momento de nuestra vida fuera ajeno a nosotros, algo que no nos pertenece y sobre lo que no podemos decidir.
Por ello no me deja de sorprender la incompatibilidad existente entre los dos aspectos mencionados: por un lado el valor supremo que se le da a la muerte cuando la persona implicada todavía está viva y el valor casi superfluo que esa misma muerte adquiere una vez consumada.
La muerte se puede resumir en una idea tan simple, pero a la vez tan profunda que resulta difícil de asimilar, como es la imposibilidad de volver a ver, hablar, abrazar, reír o llorar con esa persona, con aquélla que se ha ido en tan solo un momento, momento que resulta definitivo. Algo tan obvio puede convertirse en una de las experiencias más duras que podamos vivir. No estamos preparados para la muerte. Se ignora. En pocos momentos contemplamos la idea de que al vivir, más tarde o más temprano, tenemos que pagar el precio de morir; de que la vida y la muerte van ligadas y dependen la una de la otra.
¿Acaso alguien encuentra compatible la idea de que para asimilar o recuperarse de la muerte de un padre, una madre, un hijo o un cónyuge sean suficientes 3 días? ¿A nadie le resulta insultante? Lo siento, pero a mí me parece una de las ideas más aberrantes que se han podido tener. Si en vida colocamos la muerte en los altares de lo divino, ¿por qué una vez que se consuma la enterramos en el fondo de las cloacas más profundas?
Vivimos en una sociedad en la que la eutanasia no está regulada como derecho e incluso no se observan indicios de que pueda existir una regulación a medio o corto plazo. La muerte, directa o indirectamente, se considera como algo sagrado, intocable; como si ese último momento de nuestra vida fuera ajeno a nosotros, algo que no nos pertenece y sobre lo que no podemos decidir.
Por ello no me deja de sorprender la incompatibilidad existente entre los dos aspectos mencionados: por un lado el valor supremo que se le da a la muerte cuando la persona implicada todavía está viva y el valor casi superfluo que esa misma muerte adquiere una vez consumada.
La muerte se puede resumir en una idea tan simple, pero a la vez tan profunda que resulta difícil de asimilar, como es la imposibilidad de volver a ver, hablar, abrazar, reír o llorar con esa persona, con aquélla que se ha ido en tan solo un momento, momento que resulta definitivo. Algo tan obvio puede convertirse en una de las experiencias más duras que podamos vivir. No estamos preparados para la muerte. Se ignora. En pocos momentos contemplamos la idea de que al vivir, más tarde o más temprano, tenemos que pagar el precio de morir; de que la vida y la muerte van ligadas y dependen la una de la otra.
¿Acaso alguien encuentra compatible la idea de que para asimilar o recuperarse de la muerte de un padre, una madre, un hijo o un cónyuge sean suficientes 3 días? ¿A nadie le resulta insultante? Lo siento, pero a mí me parece una de las ideas más aberrantes que se han podido tener. Si en vida colocamos la muerte en los altares de lo divino, ¿por qué una vez que se consuma la enterramos en el fondo de las cloacas más profundas?
domingo, 8 de marzo de 2009
Crisis
En mayor o menor medida, y con mayor o menor frecuencia, todos hemos vivido algún momento crítico (estoy en crisis, que se suele decir). Pues bien, si hemos conseguido salir o sobrepasar ese momento, habremos podido comprobar que hemos salido reforzados, que hemos aprendido algo más, ya que la vida no es más que eso, un aprendizaje continuo. Solemos decir también que todo tiene su lado bueno o positivo; los momentos de crisis también, a veces sólo tenemos que aprender a verlo.
Obama, en su discurso de investidura como presidente de los Estados Unidos, mencionó lo siguiente: "El esfuerzo y la honradez, el valor y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad... son cosas reales, lo que se necesita es volver a estas verdades." Vivimos un momento de crisis (todos lo sabemos), principalmente económica, pero ¿es sólo económica?
Mis conocimientos de economía son muy escasos, sin embargo no me costó vaticinar la situación que se está viviendo ahora en este país. En relación con este tema se me ocurren algunas preguntas, algunas de las cuales podrán parecer un tanto ingenuas:
¿A nadie le parece más normal, o más natural, la situación vivida ahora mismo con el tema de la vivienda, que la locura vivida en los últimos años? ¿No será que la falta de equilibrio existía antes y no ahora?
¿Nadie supo o quiso poner freno a esa locura desenfrenada de construir ciudades enteras de 80.000 viviendas, que en la actualidad han dado lugar a barrios muertos, artificiales, sin servicios públicos ni privados y casi sin población? ¿Acaso eso es natural?
¿Y qué ha ocurrido con los beneficios? En una buena economía casera, la de toda la vida, los ingresos no deben ser menores que los gastos y si esos ingresos aumentan desmesuradamente durante un corto periodo de tiempo, ¿no se debe hacer un control de gastos y llevar a cabo una buena previsión para un posible futuro de vacas flacas? Parece ser que estas reglas básicas no se han llevado a cabo en muchas de las empresas de este país (incluidos muchos bancos, por supuesto).
Sigamos con los bancos. Seguro que todos conocemos algún caso de irresponsabalidad bancaria. Me explico. ¿A nadie nos ha sorprendido la concesión de algún crédito hipotecario a alguna persona con unas condiciones económicas y laborales poco fiables a largo plazo, y con un valor hipotecario demasiado alto para ese sentido común que, aunque a veces nos olvidemos, sigue existiendo? Sin embargo ahora esos mismos bancos analizan esas mismas condiciones con lupa. ¿No será por esa irresponsabilidad previa?
¿Y el crecimiento continuo? ¿Desde cuándo se ha dado por hecho que no puede haber pérdidas, que los beneficios actuales siempre deben superar los anteriores? ¿Acaso nos creemos dioses, capaces de romper las reglas básicas que rigen el mundo desde que el hombre lo pobló? ¿Lo antinatural no será pretender ese crecimiento continuo, que parece establecido como algo sagrado e innegable? ¿A nadie le resulta ingenuo ignorar la posibilidad de un periodo más o menos largo de pérdidas? ¿O acaso nos creemos diferentes a nuestros antepasados?
Quizá, como he dicho al principio, esta crisis que vivimos ahora no sea sólo económica. Y quizá, como cualquier otro periodo de crisis, éste podría ser un buen momento para llevar a cabo una intensa reflexión sobre estos últimos años y salir así reforzados. Como una primera pincelada apoyo esas palabras de Obama, pero ¿seremos capaces de dar un paso más o tan sólo nos quedaremos en eso, en meras palabras?
Obama, en su discurso de investidura como presidente de los Estados Unidos, mencionó lo siguiente: "El esfuerzo y la honradez, el valor y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad... son cosas reales, lo que se necesita es volver a estas verdades." Vivimos un momento de crisis (todos lo sabemos), principalmente económica, pero ¿es sólo económica?
Mis conocimientos de economía son muy escasos, sin embargo no me costó vaticinar la situación que se está viviendo ahora en este país. En relación con este tema se me ocurren algunas preguntas, algunas de las cuales podrán parecer un tanto ingenuas:
¿A nadie le parece más normal, o más natural, la situación vivida ahora mismo con el tema de la vivienda, que la locura vivida en los últimos años? ¿No será que la falta de equilibrio existía antes y no ahora?
¿Nadie supo o quiso poner freno a esa locura desenfrenada de construir ciudades enteras de 80.000 viviendas, que en la actualidad han dado lugar a barrios muertos, artificiales, sin servicios públicos ni privados y casi sin población? ¿Acaso eso es natural?
¿Y qué ha ocurrido con los beneficios? En una buena economía casera, la de toda la vida, los ingresos no deben ser menores que los gastos y si esos ingresos aumentan desmesuradamente durante un corto periodo de tiempo, ¿no se debe hacer un control de gastos y llevar a cabo una buena previsión para un posible futuro de vacas flacas? Parece ser que estas reglas básicas no se han llevado a cabo en muchas de las empresas de este país (incluidos muchos bancos, por supuesto).
Sigamos con los bancos. Seguro que todos conocemos algún caso de irresponsabalidad bancaria. Me explico. ¿A nadie nos ha sorprendido la concesión de algún crédito hipotecario a alguna persona con unas condiciones económicas y laborales poco fiables a largo plazo, y con un valor hipotecario demasiado alto para ese sentido común que, aunque a veces nos olvidemos, sigue existiendo? Sin embargo ahora esos mismos bancos analizan esas mismas condiciones con lupa. ¿No será por esa irresponsabilidad previa?
¿Y el crecimiento continuo? ¿Desde cuándo se ha dado por hecho que no puede haber pérdidas, que los beneficios actuales siempre deben superar los anteriores? ¿Acaso nos creemos dioses, capaces de romper las reglas básicas que rigen el mundo desde que el hombre lo pobló? ¿Lo antinatural no será pretender ese crecimiento continuo, que parece establecido como algo sagrado e innegable? ¿A nadie le resulta ingenuo ignorar la posibilidad de un periodo más o menos largo de pérdidas? ¿O acaso nos creemos diferentes a nuestros antepasados?
Quizá, como he dicho al principio, esta crisis que vivimos ahora no sea sólo económica. Y quizá, como cualquier otro periodo de crisis, éste podría ser un buen momento para llevar a cabo una intensa reflexión sobre estos últimos años y salir así reforzados. Como una primera pincelada apoyo esas palabras de Obama, pero ¿seremos capaces de dar un paso más o tan sólo nos quedaremos en eso, en meras palabras?
sábado, 7 de febrero de 2009
Recomendamos: Revolutionary Road
De sueños (los que se cumplieron, los que aún guardamos y los que se fueron).
De expectativas (sobre uno mismo y sobre los otros).
Del miedo (a ser diferente, a cambiar de dirección).
De dejarse llevar (o no).
De elegir. De decidir. De tomar las riendas. De conocerse. De no traicionarse.
En definitiva, de la vida (la impuesta o la que elegimos).
(La última película de Sam Mendes no deja indiferente, aunque quizá pueda hacernos sentir un tanto incómodos y quizá, también, nos haga cuestionar eso: la vida, la nuestra; la de cada uno. Y además, con grandes actores.)
De expectativas (sobre uno mismo y sobre los otros).
Del miedo (a ser diferente, a cambiar de dirección).
De dejarse llevar (o no).
De elegir. De decidir. De tomar las riendas. De conocerse. De no traicionarse.
En definitiva, de la vida (la impuesta o la que elegimos).
(La última película de Sam Mendes no deja indiferente, aunque quizá pueda hacernos sentir un tanto incómodos y quizá, también, nos haga cuestionar eso: la vida, la nuestra; la de cada uno. Y además, con grandes actores.)
domingo, 1 de febrero de 2009
Derechos básicos y homogéneos
En la última edición del programa "Tengo una pregunta para usted", una mujer extremeña le preguntó al presidente qué opinaba de la propuesta de Guillermo Fernández Vara (presidente de Extremadura) sobre homogeneizar los servicios sanitarios ofrecidos por cada comunidad autónoma (la pregunta hacía referencia, concretamente, a la cartilla de vacunaciones, cuya gratuidad varía de una comunidad a otra). El presidente se mostró a favor de la propuesta y la apoyó. Inmediatamente a mí, que vivo en Madrid, se me vinieron también a la cabeza muchas dudas y preguntas.
Desde hace tiempo, en la Comunidad de Madrid se ha puesto en marcha un proceso privatizador de la sanidad (derecho básico), del que ya hablé en un artículo anterior (6 de septiembre de 2008: "Acabar con el monopolio"), por eso me sorprende la disposición tan positiva del presidente en referencia a este tema. Desde que el gobierno de Esperanza Aguirre diera comienzo a su plan de acabar con el monopolio de lo público, echo de menos una oposición en Madrid que dé la importancia que se merece al tema del que estamos hablando. No me canso de contar a conocidos y desconocidos mi experiencia personal con la empresa Capio, que es la encargada de cubrir mi derecho a una sanidad pública, pero sí me canso y me duele recibir como respuesta una sorpresa absoluta, ya que el desconocimiento sobre lo que se ha hecho ya con varios centros de especialidades es también total: ¿Pero los médicos que estaban en el ambulatorio ya no están? No. ¿Pero el personal sanitario también es personal de la empresa? Sí. Y entonces, la mayoría de los que me escuchan se echan las manos a la cabeza...
Me cuesta creer que si de verdad el partido socialista está a favor de una homogeneización en un derecho tan básico como es la sanidad, no esté haciendo una política seria y responsable en este tema, pues lo que siento es que se está dejando hacer.
La distribución en comunidades autónomas del estado español ha ayudado a que las diferencias entre los distintos territorios haya disminuido considerablemente, pero la transferencia sin limitaciones de derechos básicos, como son la sanidad y la educación, puede provocar unas diferencias tales que nos pueden hacer sentir que vivimos en países diferentes, precisamente por eso, porque estamos hablando de derechos básicos (actualmente las diferencias en el sistema sanitario ya es patente y me llama la atención que nadie tome cartas en el asunto).
De momento, aunque en las próximas elecciones autonómicas de Madrid haya un cambio de gobierno, no tengo demasiadas esperanzas en que se pueda recuperar fácilmente el anterior sistema sanitario, ya que tan sólo la rescisión de los contratos que se han firmado con las distintas empresas privadas implicadas, supondrá un gasto elevadísimo. Por mi parte, mi experiencia con la empresa Capio Sanidad ya ha llegado a su fin: me he visto obligada a abandonar esa sanidad pública que siempre he deseado, puesto que lo que yo estaba recibiendo está ya muy lejos de la sanidad que, como ciudadana española, debería recibir.
Desde hace tiempo, en la Comunidad de Madrid se ha puesto en marcha un proceso privatizador de la sanidad (derecho básico), del que ya hablé en un artículo anterior (6 de septiembre de 2008: "Acabar con el monopolio"), por eso me sorprende la disposición tan positiva del presidente en referencia a este tema. Desde que el gobierno de Esperanza Aguirre diera comienzo a su plan de acabar con el monopolio de lo público, echo de menos una oposición en Madrid que dé la importancia que se merece al tema del que estamos hablando. No me canso de contar a conocidos y desconocidos mi experiencia personal con la empresa Capio, que es la encargada de cubrir mi derecho a una sanidad pública, pero sí me canso y me duele recibir como respuesta una sorpresa absoluta, ya que el desconocimiento sobre lo que se ha hecho ya con varios centros de especialidades es también total: ¿Pero los médicos que estaban en el ambulatorio ya no están? No. ¿Pero el personal sanitario también es personal de la empresa? Sí. Y entonces, la mayoría de los que me escuchan se echan las manos a la cabeza...
Me cuesta creer que si de verdad el partido socialista está a favor de una homogeneización en un derecho tan básico como es la sanidad, no esté haciendo una política seria y responsable en este tema, pues lo que siento es que se está dejando hacer.
La distribución en comunidades autónomas del estado español ha ayudado a que las diferencias entre los distintos territorios haya disminuido considerablemente, pero la transferencia sin limitaciones de derechos básicos, como son la sanidad y la educación, puede provocar unas diferencias tales que nos pueden hacer sentir que vivimos en países diferentes, precisamente por eso, porque estamos hablando de derechos básicos (actualmente las diferencias en el sistema sanitario ya es patente y me llama la atención que nadie tome cartas en el asunto).
De momento, aunque en las próximas elecciones autonómicas de Madrid haya un cambio de gobierno, no tengo demasiadas esperanzas en que se pueda recuperar fácilmente el anterior sistema sanitario, ya que tan sólo la rescisión de los contratos que se han firmado con las distintas empresas privadas implicadas, supondrá un gasto elevadísimo. Por mi parte, mi experiencia con la empresa Capio Sanidad ya ha llegado a su fin: me he visto obligada a abandonar esa sanidad pública que siempre he deseado, puesto que lo que yo estaba recibiendo está ya muy lejos de la sanidad que, como ciudadana española, debería recibir.
lunes, 19 de enero de 2009
Más sobre la invasión en Gaza
Israel pretende justificar los muertos que ha provocado, la masacre, el gueto..., mediante la excusa perfecta, el invento del último cuarto de siglo: la lucha contra el terrorismo, la lucha por la democracia (ya nos sabemos de memoria el discurso; no es nuevo). Pues bien, el 50% del total de muertos palestinos corresponde a mujeres y niños (sobre todo estos últimos). Sabemos que las primeras, por su condición de mujer, no forman parte de ningún grupo terrorista; de los segundos, por su corta edad, podemos afirmar lo mismo. Ellos, los del ejército, los del gobierno, los que pretenden justificar lo injustificable, afirman que se trata de un error, es decir, de daños colaterales (también conocemos ese discurso...). A esta reflexión cabe añadir que tampoco ayudan demasiado los sucesivos ataques, con destrucción incluida, de varios edificios de la ONU presentes en Gaza.
Es curioso, pero en estos días me ha venido a la memoria el hecho de que el actual presidente de Israel, Shimon Peres, que apoya sin reparos este ataque masivo y abusivo, recibiera el premio Nobel de la Paz en 1994. Me imagino que, con el tiempo, también será difícil justificar aquella decisión. Queda claro que a veces el destino nos puede jugar una mala pasada...
Es curioso, pero en estos días me ha venido a la memoria el hecho de que el actual presidente de Israel, Shimon Peres, que apoya sin reparos este ataque masivo y abusivo, recibiera el premio Nobel de la Paz en 1994. Me imagino que, con el tiempo, también será difícil justificar aquella decisión. Queda claro que a veces el destino nos puede jugar una mala pasada...
domingo, 4 de enero de 2009
Invasión en Gaza
Ya sé que son días de buenos deseos, paz y felicidad, pero Israel ha preferido ignorar esta tendencia, pillarnos a todos desprevenidos en medio de nuestro candor navideño y dar un paso más en su empeño por dominar el resto del territorio que legalmente no le pertenece.
Este artículo podría ser tan extenso como la historia de ese territorio, pero tan sólo quiero destacar algunas pequeñas reflexiones.
En nueve días de ataque, Israel ha reconocido su primer muerto en combate. En Gaza los muertos ascienden ya a 500, la mayoría civiles (incluyendo unos 75 niños), y los heridos son más de 2.300.
Los temidos cohetes palestinos han provocado en Israel 4 muertos y 40 heridos. Hasta ahora han sido 500 los cohetes lanzados desde Gaza.
Un barco libio con productos humanitarios para la población de Gaza ha sido retenido por la marina israelí. El bloqueo que Israel mantiene en la frontera con Gaza ha dejado la zona prácticamente aislada.
Bush, en sus últimos días de mandato, disculpa el ataque de Israel hacia Gaza y lo justifica como una lucha contra Hamás (Hamás fue declarada organización terrorista por la Unión Europea, Estados Unidos, Israel, Japón y Australia porque su sección armada realiza ataques, mediante atentados, contra objetivos civiles).
La historia nos ha demostrado en numerosas ocasiones que la vida humana no siempre tiene el mismo valor, que el valor de los muertos depende y mucho del lugar de nacimiento y de la posición que ese lugar ocupe dentro de la escala económica mundial.
La legalidad o reconocimiento internacional de un territorio confiere a éste el derecho a defenderse y, por lo tanto, a la posesión de un ejército. La no existencia de un estado palestino no confiere a dicho territorio ese derecho, por lo que cualquier ataque llevado a cabo hacia la población civil israelí se califica como ataque terrorista.
Sin tener en cuenta estas premisas, las conclusiones a las que podemos llegar pueden convertirse, en muchos casos, en auténticas falacias.
Este artículo podría ser tan extenso como la historia de ese territorio, pero tan sólo quiero destacar algunas pequeñas reflexiones.
En nueve días de ataque, Israel ha reconocido su primer muerto en combate. En Gaza los muertos ascienden ya a 500, la mayoría civiles (incluyendo unos 75 niños), y los heridos son más de 2.300.
Los temidos cohetes palestinos han provocado en Israel 4 muertos y 40 heridos. Hasta ahora han sido 500 los cohetes lanzados desde Gaza.
Un barco libio con productos humanitarios para la población de Gaza ha sido retenido por la marina israelí. El bloqueo que Israel mantiene en la frontera con Gaza ha dejado la zona prácticamente aislada.
Bush, en sus últimos días de mandato, disculpa el ataque de Israel hacia Gaza y lo justifica como una lucha contra Hamás (Hamás fue declarada organización terrorista por la Unión Europea, Estados Unidos, Israel, Japón y Australia porque su sección armada realiza ataques, mediante atentados, contra objetivos civiles).
La historia nos ha demostrado en numerosas ocasiones que la vida humana no siempre tiene el mismo valor, que el valor de los muertos depende y mucho del lugar de nacimiento y de la posición que ese lugar ocupe dentro de la escala económica mundial.
La legalidad o reconocimiento internacional de un territorio confiere a éste el derecho a defenderse y, por lo tanto, a la posesión de un ejército. La no existencia de un estado palestino no confiere a dicho territorio ese derecho, por lo que cualquier ataque llevado a cabo hacia la población civil israelí se califica como ataque terrorista.
Sin tener en cuenta estas premisas, las conclusiones a las que podemos llegar pueden convertirse, en muchos casos, en auténticas falacias.
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